Apenas vi que un ojo me guiñaba la vida le pedí que a su antojo dispusiera de mí, el me dió las llaves de la ciudad prohibida, yo, todo lo que tengo, que es nada, se lo dí. Así crecí volando y volé tan deprisa que hasta mi propia sombra de vista me perdió, para borrar mis huellas destrocé mi pollera, confundí con estrellas las luces de neón. Hice trampas al póker, defraudé a mis amigos, sobre el banco de un parque dormí como un lirón; por decir lo que pienso sin pensar lo que digo más de un beso me dieron. Lo que sé del olvido lo aprendí de la luna,
lo que sé del pecado lo tuve que buscar como un ladrón debajo de la ropa de alguno de cuyo nombre ahora no me quiero acordar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario