A la segunda copa, "¿qué hacemos con la ropa?" Y yo que nunca tuve
más religión que un cuerpo de hombre,
del cuello de una nube aquella madrugada me colgué.
Estaba solo cuando al día siguiente el sol me desveló, me desperte abrazando la ausencia de su cuerpo en mi colchón. Lo malo no es que huyera con mi cartera y con mi ordenador,
peor es que se fuera robándome además el corazón.
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